dolls que me leen

lunes, 30 de marzo de 2009

2* parte YERAY

SOLO UN COMENTARIO RAPIDO, CREO QUE DIVIRE ESTO EN TRES, MAÑANA ES LA GRAN FINAL, ESPERO ME DISCULPEN, PERO COMO PUEDEN VER SI ESTA ALGO LARGO, Y EN VERDAD QUIERO QUE LO LEAN, POR ESO LO HAGO DE ESTA MANERA. Y MUCHAS GRACIAS A LAS PERSONAS QUE ME DEJAN SUS COMENTARIOS, SON MUY VALIOSOS PARA MI, GRACIAS!

ATTE
"THE DOLL"

Habían cientos de personas por todas partes al fin enfermas, y de los pocos sabios que quedaban, ninguno había podido encontrar cura para tal catastrófico malestar. Lo terrible era la suerte de algunos que no lograban morir completamente, pues parecían zombis en sus respectivas camas, donde cualquiera con juicio razonable diría que dormía aquel bulto de carne nauseabunda con un semblante de dolor impresionante y estremecedor. Habían muchos otros (más bien la mayoría), que tenían todos los síntomas de aquella crueldad, y sin embargo aún poseían la fuerza suficiente para andar; eran sin duda, de los que tenían fe a la llegada de mejores tiempos, de los ingenuos.Ya antes mencionamos a nuestro peculiar caricaturista, cuyos padres habían fallecido unas semanas después del primer brote contagioso. Este chico se dedicaba al cuidado de su hermano menor; contando a Yeray, aunque éste era inmune, serían dos de los cinco jóvenes que aún vivían, su hermano, Leon y otros tres de nombres sin importancia (aunque es absurdo hacer esta pequeña observación); también acudía a lo que mejor sabía hacer: trazar líneas curvas para sus pequeños proyectos que después serían majestuosos sin que él lo supiese.

En este in instante es menester hacer hincapié sobre el espacio y tiempo ya muy trasformados, eran del tipo desgraciado y agónico irreparable en que a veces todos (considero) que nos hemos sumido en algún momento de depresión intensa, en esos momentos de amargura y nostalgia que nos conducen a observar lo más patético y denigrante de la realidad, a descubrir todos los desperfectos e injusticias de que somos autores y espectadores todos los días, salvo por la curiosa necesidad de querer evitar darnos cuenta de lo rufianes que podemos ser día a día, tal vez unas veces por ego, otras tantas por ser sumisos ante el aborrecible miedo, de igual manera, infames al fin y al cabo. Era una escena inaudita, monstruosa al punto de que las palabras descriptivas utilizadas sonarían huecas a comparación de aquella realidad. Casas desechas por incendios provocados normalmente por descuidos de enfermos, ya que sus estados enfermizos eran causa también de pérdida de memoria; grandes superficies de agua pútrida alrededor de las chozas, justo frente a lo que antes eran los albergues de aquellos sabios patronos de la ciudad; algunas casas de salud infestadas por los sobrantes semimuertos, cuyo techo estaba por derruirse inevitablemente; en fin, condiciones y hechos verdaderamente perturbadores e impresionantes. Insisto, amable lector, que la escena tan carente de perspectiva fue la que mejor pude recrear literariamente para la imaginación de cada quien, y sin embargo, eso era quizá una condición mínima de aquella desgraciada ciudad.


Leon había muerto y su hermano mayor parecía decepcionado pero todavía sonreía como aquella primera vez que lo mencionamos. Tal vez ahora, alguno que otro pensaría que era un chico optimista que no se dejaba vencer por las atrocidades del destino, y sin embargo nadie sabía con certeza el motivo de su alegría. Él continuaba dibujando

En una ocasión, Yeray salió a dar una vuelta, a contemplar todo lo que había alrededor de él, y después de haber realizado un largo paseo, se sentó en una piedra lo suficientemente alta para poder dibujar, pues llevaba consigo papel y pintura negra, aunque poco, suficiente para él, ya que era tan hábil y maravilloso que podía usar sus dedos como pinceles y sus uñas para retocar y detallar algunas cosas superfluas. A lado un poco alejado de aquella piedra, estaba el cuerpo de una niña ya seguido por las moscas y larvas, incluso guarida de otros tantos insectos. Yeray la dibujaba y se asombraba depravada y psicodélicamente, tal vez por deseos insanos, o lo más seguro era que así se ponía al trabajar en aquellas líneas de perfecto trazo. Lo cierto es que su mirada lograba impactar y sorprender, pero su dibujo lograba hacer sentir el jardín del edén bajo los pies, plumas finas y muy suaves sobre la piel, aromas paradisiacos e incluso sabores extraordinariamente agradables. La dibujaba, pero no era ella; es decir, no era la niña en el suelo, era una angelical muñequita con vestidito hermoso, zapatillas verdaderamente lindas y con un majestuoso moño en la cabeza. ¡Increíble! Era la niña antes de ser lo que ahora, el vestido era el mismo y aunque sólo llevaba un pie calzado, estaba perfectamente detallado en el dibujo; aunque su listón colgaba de una rama, ¡el artista lo había inmortalizado! Y vaya que era estupendo, incluso un perrito pequeño lamía la mano de la damita en aquella imagen, aunque realmente no había rastro de dicho animal en los rededores.




"E.T.A.G."
CONTINUARA...

2 comentarios:

  1. Esto se está poniendo interesante.....
    Besos.
    Mª José.

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  2. muchas gracias por haberla publicado, y gracias tmb a los demás por leer mis palabras
    espero que a todos les guste
    y sin más, me despido diciéndote: Te amo

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vamos, ven a jugar conmigo. Te prometo que no te arrepentirás...


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